Universidad Adolfo Ibañez

Los Jóvenes y el Mercado Laboral

5 diciembre, 2018 Boletines

Hay diversas razones que explican por qué los jóvenes tienen dificultades para encontrar empleo e insertarse exitosamente en el mercado laboral (una preparación insuficiente, la falta de experiencia y el desconocimiento de las oportunidades que entrega el mercado, entre otros). Este fenómeno se observa en todas las economías del mundo; los problemas de inserción laboral de jóvenes no suceden exclusivamente en Chile.

Gráfico 1. Tasa de desempleo entre jóvenes y adultos en países OCDE, 2017 (%)

En efecto, como muestra el gráfico 1, el desempleo juvenil –aun cuando presenta una alta heterogeneidad en su magnitud– es sistemáticamente mayor que el de los adultos. En promedio, en las economías de la OCDE, los jóvenes tienen una tasa de desempleo que es 2,25 veces mayor que la que muestran los adultos. En el caso particular de Chile, esta razón es más alta (de 2,68 veces), diferencia que se explica por el mayor desempleo de jóvenes en relación a los países de la organización, más que por diferencias en la tasa media de desocupación de los adultos.

Así, es deseable diseñar e implementar políticas que faciliten y fomenten una inserción más plena de los jóvenes al mercado laboral. En particular, se debe facilitar la transición entre la etapa educativa y el ingreso al mundo laboral a través de políticas específicas. Aspectos como la calidad y duración de la educación que reciben los estudiantes, las habilidades técnicas y socioemocionales que ellos desarrollan, sus expectativas y aspiraciones, y las condiciones y regulación del mercado laboral, entre otros, generan un impacto en dicha transición.

En este artículo describimos las principales estadísticas asociadas a la situación laboral de los jóvenes en Chile en el marco de la discusión del Estatuto Laboral Juvenil. Este proyecto de ley tiene como objetivo favorecer la inserción de los jóvenes que estudian y posibilitar que los que trabajan también puedan estudiar, como se describe en el artículo que acompaña en este mismo Boletín. De este modo, esta nota se centra en caracterizar a los jóvenes según su situación laboral y educativa, y así identificar elementos que den cuenta de la situación en que se encuentran. Los datos utilizados provienen de la Encuesta CASEN 2015 y de la base de datos en línea de la OCDE, esta última con datos actualizados al 2017. El rango etario considerado para los jóvenes es de 18 a 28 años de edad, en concordancia con el proyecto de ley que se discute en el Congreso. Para caracterizar, clasificamos en cuatro grupos a los jóvenes según el estado laboral y educativo en el que se encuentran a la fecha de las mediciones: jóvenes que estudian y trabajan, que solo estudian, que solo trabajan, y que no estudian ni trabajan (los también llamados “ninis”).

Los jóvenes según su situación de estudio y trabajo

Considerando que el proyecto de ley tiene como objetivo compatibilizar los estudios con el trabajo, el grupo de interés principal son aquellos jóvenes entre 18 y 28 años que estudian y no trabajan pero que estarían dispuestos a hacerlo. También interesan quienes trabajan y no estudian, pero que desearían realizar ambas actividades al mismo tiempo. De ellos se espera que el proyecto de ley impulse su tasa de empleo y de estudios, respectivamente. También se analiza a los “ninis” y a los que realizan ambas actividades a la vez.

El gráfico 2 muestra las distintas categorías de estudio y trabajo en las que se encuentran los jóvenes de acuerdo a su edad. Dentro del grupo total (de 18 a 28 años de edad), cerca de un tercio de los casos se trata de jóvenes que estudian, pero que no trabajan. Los que trabajan y estudian a la vez representan apenas un 8% del total. Un 23% aparece como “nini”, mientras que un 39% solo trabaja. Al distinguir por edad, notamos que la incidencia del estudio exclusivo es mucho mayor entre los más jóvenes (de 18 a 24 años de edad), mientras que el trabajo exclusivo es más alto entre los mayores del grupo (de 25 a 28 años de edad).

Gráfico 2. Situación laboral y educacional por grupos de edad

El gráfico 3 reproduce este análisis para los países de la OCDE. Se observa que Chile tiene un porcentaje bajo de estudiantes que trabajan en comparación con buena parte de los demás países de la organización y de su promedio (9% versus 17%). La relevancia de quienes estudian en forma exclusiva también está por debajo de la media (36% versus 41%). Llama la atención que Chile tiene la quinta mayor proporción de jóvenes entre 18 y 24 años que no estudian ni trabajan. El proyecto, de aprobarse y conseguir sus objetivos, puede ayudar a reducir algunas de las brechas de nuestro mercado laboral respecto de lo que se observa en parte importante de los países OCDE, al facilitar que los jóvenes estudien y trabajen a la vez.

Gráfico 3. Situación de estudio y trabajo de la población entre 18-24 años de edad, OCDE (%)

Al distinguir por género, se observa que no hay brechas relevantes en la incidencia de quienes estudian y trabajan (gráfico 4). Algo similar sucede con la fracción que solo estudia. Es en las otras dos categorías en donde se aprecia una diferencia relevante: la importancia del trabajo exclusivo es mucho mayor entre los hombres, mientras que la inactividad laboral y estudiantil es más marcada entre las mujeres. Estas brechas se expanden con la edad.

Gráfico 4. Situación laboral y educativa por grupo de edad y género (%)

Como muestra el gráfico 5, existen diferencias y similitudes en la situación de estudio y trabajo de los jóvenes según la vulnerabilidad de sus familias, medida por el quintil de ingresos autónomos per cápita del hogar al que pertenecen. Los jóvenes que estudian y trabajan a la vez tienen una mayor representación en los quintiles de más altos de ingresos. Posiblemente, sus remuneraciones aportan a los ingresos del hogar, permitiendo a este alcanzar posiciones más altas en la distribución del ingreso. Algo similar sucede con aquellos jóvenes que solo trabajan. Por su parte, el estudiar de manera exclusiva no muestra grandes diferencias a través de quintiles, reflejo del avance de la cobertura de la educación superior en los grupos de menores ingresos. Sin embargo, donde las diferencias son más marcadas es entre los jóvenes “nini”: la inactividad laboral es 4,6 veces más alta en el quintil más vulnerable que en el de más altos ingresos.

Gráfico 5. Trabajo y estudio por nivel socioeconómico del hogar, 18-28 años (%)

¿En qué y dónde trabajan los estudiantes ocupados?

En esta subsección indagamos en las condiciones laborales de los jóvenes que trabajan. En primer lugar revisamos los sectores productivos en los que se ocupan los jóvenes de 18 a 28 años de edad que están empleados (tabla 1). El comercio, la agricultura, silvicultura y pesca, y los servicios sociales y de salud son los sectores que contratan a este grupo en mayor proporción (21,8%, 12,6% y 9,8%, respectivamente). Los dos primeros sectores también son los más relevantes en la contratación de adultos (16,1% y 15,3%, respectivamente), aunque lo hacen en proporciones distintas. Entre los adultos, la construcción es el tercer sector que más empleo genera.

Es interesante notar la relevancia del sector del comercio en la contratación de jóvenes que estudian y trabajan a la vez, abarcando cerca de un tercio del total. También aparecen como relevantes en este grupo los servicios sociales y de salud, los hoteles y restaurantes, y la enseñanza. Posiblemente, se trata de sectores en que la flexibilidad para compatibilizar el estudio y el trabajo sea más fácil de implementar.

Tabla 1. Sectores de empleo

En efecto, uno de esos márgenes de flexibliidad es la informalidad. De hecho, se trata de sectores con mayor informalidad que la media. Ello se refleja en los modos de contratación de los trabajadores como muestra el gráfico 6. Un 16% de los trabajadores entre los 18 y 28 años de edad no tiene un contrato firmado, mientras que un 12% de los trabajadores entre los 29 y los 60 años está en esa situación. Sin embargo, la tasa de trabajo informal, medida por esta variable, se eleva entre los jóvenes que estudian al 26%. Esto es, uno de cada cuatro jóvenes que estudia y trabaja no tiene un contrato firmado, mientras que uno de cada siete de los que no estudia, trabaja en esas condiciones. Quizá detrás de ello está la necesidad de las familias de resguardar el acceso a ciertos subsidios que sus integrantes perderían en caso de que los ingresos que generan los jóvenes del hogar sean reportados.

Gráfico 6. Ocupados con y sin contrato firmado por grupo de edad (%)

Cabe notar que esta informalidad no se debe a que haya una mayor fracción de jóvenes que estudia, trabaje por cuenta propia o sea empleador. En efecto, un 11% de los jóvenes entre los 18 y 28 años de edad está en algunas de esas categorías ocupacionales, al igual que los jóvenes en este grupo etario que estudian y trabajan. En cambio, esa tasa se eleva a cerca del 24% cuando se trata de trabajadores entre los 29 y los 60 años de edad. En consecuencia, la razón de la informalidad sería más bien la falta de un contrato firmado por las partes de la relación laboral, y no la relevancia del empleo por cuenta propia.

De este modo, pareciera que las restricciones que tienen los estudiantes para trabajar llevan a que sus relaciones laborales sean más flexibles y posiblemente precarias, siendo la falta de contrato de trabajo un reflejo de ello. Ello lleva a que no cuenten con cotizaciones de salud y de previsión social por concepto de su vínculo laboral con un empleador, que pierdan la protección de ciertas regulaciones como el salario mínimo, licencias por enfermedad, protección ante accidentes laborales y despido, y el acceso al seguro de desempleo, a fueros y a la posibilidad de sindicalizarse, además del acceso a beneficios fiscales como el Subsidio al Empleo Joven y el Bono al Trabajo de la Mujer que requieren de tener las cotizaciones previsionales al día.

Así, es importante regular de mejor manera el ámbito laboral del grupo de jóvenes que estudia y trabaja, permitiendo mejorar sus condiciones laborales, sin perder el acceso a becas de estudio ni beneficios sociales familiares. En otras palabras, se debe corregir los incentivos que los estudiantes hoy enfrentan para trabajar de manera informal. El proyecto de Estatuto Laboral Juvenil parece un avance en esa dirección.

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